martes, 12 de enero de 2010

Ventana

Ya había pasado más de un mes, en la ciudad seguía lloviendo. Alenne seguía perdida entre las gotas interminables, dejándose llevar el verde de sus ojos por el reflejo de ellas, recordándole aquella noche. No podía olvidar la silueta de ese hombre, ni sus manos ni sus ojos; su mirada, recuerda, reflejaba odio, arrepentimiento y ¿amor? No estaba segura. Hacía tiempo que no estaba segura de nada. Se acariciaba los nudillos con devoción, haciéndose un daño que ella no tenía en cuenta. Buscaba esa silueta por las calles, y más de una vez bajo gritando creyéndola haberla reconocido, pero nada. Sólo sal, eternas estatuas de sal en sus sueños. Mordisqueaba la manzana con rabia, dejándose piel entre los dientes, saboreando el agua fresca entre sus labios. Taquicardia, la manzana al suelo, las dos manos al cristal, un grito ahogado de un nombre que ella no creía conocer. Otra vez esos ojos. Paralizada le sostuvo la mirada, no era sal. Lo vio regalar un paquete de tabaco, supo que era felicidad lo que se emanaba de esos ojos verdes. Se asustó, le temblaron las piernas y se agarró al cristal con los dedos desnudos. Era él.

Él la miraba entre el gentío, la veía asomada en la ventana mirandolo de par en par. Regaló su paquete. Sólo quedaba una. Casi había terminado su trabajo. La policía no puedo retenerle más de dos horas, siempre supo cuidar sus huellas. "No me mires así, yo no quería salvarte mujer, si por mi fuera, y así será, estarías muerta. Pero todo a su tiempo; y cierra la boca, se te van a secar las cuerdas vocales y no podrás gritar. Quiero oírte gritar, que llores toda tu belleza por los ojos, que sangres mi desprecio, mi amor. Que seas virgen al recibir a la muerte con lso brazos abiertos; serás digna de alabanza por tu muerte, y habré calmado mi sed."