martes, 22 de diciembre de 2009

Sueño

Otra noche durmiendo en el suelo, otra vez ese dolor de espalda al que tanto cariño le había cogido. La sombra y el leve aleteo del suicidio ronda por la habitación; cristales rotos y lágrimas que dan fe de la amargura de su alma. Nota el frío mármol contra su mejilla, se extiendo intentando abarcar toda la superficie del salón mientras se pierde en sus sueños. Volvió a soñar con ella, con su funeral compartido: víctima y asesino compartiendo tumba. Sin duda sería un buen final. No le pesan en la conciencia las demás muchachas, jóvenes sin sueños que buscaban entre los despojos de la sociedad. Se cuela en su mente el tintineo de los frascos repletos del rojo elemento, de tacto viscoso y repulsivo al olfato. No merece la pena despertarse si no es con una buena razón, los sueños se llevarán las penas que no limpian las lágrimas.

Se gira, ahora es el otro riñón el que se encoge de frío, es el lado derecho el que soporta en silencio el peso de su cuerpo contra la superficie dura. Afuera sigue lloviendo, y se olvidó de cerrar la ventana; entran hojas murciélagos y agua como si no costase. Revolotean juntos por la estancia sin acercarse a él. Grita. Calma sus pesadillas con el desgarro de sus cuerdas vocales, con el exceso de saliva corrosiva que le quema el estómago al tragar. No es libre, no quiere serlo y nunca lo fue. Sueña con deseo el cuerpo de ella, quiere sentirla inerte entre sus brazos, ver como corre la sangre muerta por la comisura de sus labios: quiere terminar ya el juego macabro del que se siente preso. Se convenció de que el amor es sólo necesidad, una debilidad más para hacer mejor nuestra existencia, no se necesita amor; el amor no de de comer sino hambre. Provoca dependencia y sed de lengua, es el fuego en invierno que provoca quemaduras; un resfriado emocional mal curado que te marea. No, él no quería enamorarse.

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