domingo, 6 de diciembre de 2009

Tabaco

- ¿Sabe?, a mí el café no es que me haga mucha gracia, soy más de colacado. ¿Se sabe la canción? ¡Colacado, desayuno...!- Él levantó la mirada de su taza, posando sus ojos verdes en el iris del mismo color de la muchacha. Sin articular palabra, sin un gesto brusco ni nada que denotase su impaciencia y su inquietud interior, la hizo callar.
Le gustaba el café muy caliente y con poca azúcar. A ella no parecía gustarle que quemase por los pequeños sorbitos que daba y la cara de dolor que ponía. Por el rabillo del ojo no dejaba de mirarla, era graciosa; de proporciones perfectas y más guapa que muchas de las que había visto. Mezcla perfecta de dulce y salado. "Tengo que comprar tabaco, hay que hacer las cosas bien. Un paquete nuevo y un mechero, un paseo y cuando nadie mire..." Y no puedo contener su sonrisa.

-¿Fumas?- pregunto él, mirando sus piernas, con la sonrisa todavía en la boca. Ella tuvo que notar algo raro, porque en seguida cambió de postura y negó con la cabeza. -Acompáñame, que voy a por tabaco.
Ahora sí sentía miedo, ese tipo no le daba buena espina, lo había notado desde el principio. El miedo le impidió quedarse allí sentada; también le impedía correr. Sumisa y amable le siguió por las escaleras. Con la vista fija en su espalda, en su largo abrigo negro y su pelo castaño. Era más fuerte que ella. Y en cierto modo parecía un caballero.

Anduvieron largo rato uno detrás del otro, sin hablarse, sin hacerse compañía. El paso decidido del individuo de negro la seguía poniendo nerviosa. Lanzaba miradas fugaces a la gente, y nadie en la calle parecía notar lo raro y la mala espina que a ella le transmitía.Por debajo del puente, a la orilla del río, él se paró. Metió una mano en su bolsillo derecho y rebuscó algo. Cuando parecía haberlo encontrado se dirigío a ella con voz amable y melodiosa:
-Cierra los ojos, es una sorpresa. No, no tengas miedo, no te voy a hacer daño.- "Daño no, será rápido" pensó.- Las muchachas como tú merecen regalos, merecen el mundo a sus pies y estar siempre rodeadas de cariño. Cierra los ojos bonita, verás que larga y bonita está la noche hoy para ti.

Un casi inaudible golpe en la nuca, las manos curtidas sobre su cuello de cisne; el pelo metódicamente apartado a un lado y los ojos cerrados en lo que sería su último sueño. Nunca le había fallado su Colt, ni su culata; no era de disparar. Mechero, humo y nicotina. Su libertad, su paz. "Alenne..." decía mientras dibujaba su primera gota en el cuello de esa preciosa morena.

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